Palmas!

Son las siete y media…y no se ha metido el astro rey (entiéndase sol), que feo, que f-e-o, en fin, cambiando de tema.

Hoy fue Domingo de Palmas (así se dice?), día en el que medio mundo se moviliza a la iglesia para que le caiga agua a su palma, les vale la misa y lo demás, ellos solo quieren que sus palmas estén “benditas”, ¿o me equivoco?

Al menos así es en mi familia, nunca vamos a misa –nuuunca- antes me obligaban en las bodas, bautizos, etc., pero ahora ya no pueden -muajajaja-, así que podríamos decir que hoy fui a la iglesia por voluntad propia.

Llegamos como a las once cuarenta y dije “igual y empezó a las once y ya se va a acabar” y no! de hecho apenas estaba empezando, atascada la iglesia y todo mundo con su planta en la mano. Mi madre y mi hermana se sentaron (con sus respectivas palmas) y yo me quedé a su lado…y así transcurrió toda la misa, coreaban el credo, vale, yo también (parece que mis clases de catecismo se grabaron en mi mente de por vida :S), se hincaban, yo también, se sentaban, yo…no –no había lugar-, casi toda la misa me la pasé así: imitando a los demás y al mismo tiempo intentando recordar un dato de la serie de anime Evangelion (si, si, ya llegué y busqué el dato, era Lilith), total que no tengo ni la menor idea de que dijo el padre…solo recuerdo algo de que no había que ir a Acapulco porque era una época de meditación (media iglesia se volteo a ver entre sí, con cara de “si vamos”), y luego dijo que como iban a ir si al crisis estaba pegando fuerte…y ya, es todo lo que recuerdo.

Luego de las limosnas llegó el saludo de la paz (tan, tan tan). A mi no me gusta eso, probablemente sea porque me incomoda el contacto físico con otras personas, jaja –incluso cuando mis amigos llegan y me abrazan tiendo a separarme y preguntarles “porqué haces eso?”, igual saludar de beso, a mi no me gusta saludar así, yo llego y digo “hola” y ya (aunque la sociedad parece sentirse rechazada cuando no los saludo de beso, así que ni modo, me aguanto), cosas así…- total que iba a comenzar ese saludo y yo huí descaradamente, bajando la cabeza y corriendo hacia la salida.

Y ya. Me salí, le di la vuelta a la catedral y me senté entre las personas que estaban vendiendo palmas. Esperé a mi madre y a mi hermana mientras leía el periódico y tomaba fotos con la cámara chafa de mi celular.

Todo mundo empezó a salir feliz por que le cayó agua a su palma –sienten que si no les cae no vale la cosa- (al igual que el día de la Candelaria con sus muñecos), y entre todas esas personas estaba mi familia, así que me uní a ellas y huimos a nuestro hogar.

Y ese fue mi domingo de palmas.