Tomé un taxi. No es algo que haga
normalmente, pero las prisas y la ubicación de mi destino me obligaron; mi
pobreza, por otro lado, me hizo recurrir a lo que en mi humilde ciudad, se
conoce como taxi colectivo.
En la parte trasera viajaba una pareja
joven con un niño en brazos y una mujer con dos, uno de aproximadamente ocho y
otro de tal vez dos, por mucho tres años; por otro lado, yo me encontraba en el
asiento del copiloto, con un hilarante conductor a mi izquierda, que
consideraba prudente mandar mensajes de texto y hacer llamadas mientras
manejaba por las —no muy bien conservadas- avenidas de la ciudad.
Íbamos por una de las vías rápidas cuando
el niño de la pareja hizo ademanes de soltarse a llorar: pequeños quejidos,
movimientos de molestia, soniditos agudos; y de repente, nada. NADA en
absoluto.
Viajando en el carril de en medio, la mamá
del niño se puso a gritar: "¡AMOR, POR FAVOR DESPIERTA!",
"¡DIEGUITO, POR FAVOR!", "¡VIDA!, ¿QUÉ TIENES?", y lo
repetía todo una y otra vez mientras zarandeaba a su hijo e intentaba
reanimarlo. "¡NO RESPIRA!", le decía llorando a su marido, quien hizo
su mejor esfuerzo manteniendo la calma, metiendo los dedos por la garganta de
su hijo y tratando de estimular su respiración.
"POR FAVOR DETÉNGASE", repetía la
señora una y otra vez al taxista, quien no podía en plena vía. Cuando al fin
logró orillarse, la súplica era distinta, "POR FAVOR, LLÉVENOS A UN
HOSPITAL, AL MÁS CERCANO, POR FAVOR".
La madre de los niños intentó dar consejo a
la pareja, que hizo su mejor esfuerzo por despertar a su hijo. Jamás entenderé
qué le pasó, si de repente dejó de respirar, si lo estaban alimentando y se
atragantó, o si estaba jugando con algo que acabó en su garganta.
Cinco minutos después del comienzo del
episodio —y de un semáforo que resultó eterno-, el taxista dejó a la pareja y a
su hijo frente a un hospital del seguro social, al que entraron corriendo. El
taxi avanzó y retomó su ruta. El conductor, la señora y yo viajamos en completo
silencio el resto del viaje.
Esa es la historia.
Han pasado pocos días pero aún me pregunto
—y siempre me preguntaré, supongo-, qué fue de la pareja y de su hijo; sólo
espero que todo haya salido bien. He considerado las opciones y en realidad no
hubo nada que se pudiese haber hecho de otra manera, los que lo debían actuar
lo hicieron, los que debían mantenerse al margen hicieron lo propio.
Tal vez es sólo una de los muchos eventos
que están condenados a suceder de un momento a otro.
*traté de colocar un título cómico, pido perdón
a los involucrados en la historia.