Mi madre fue a su pueblo y todo lo que trajo fue pan. Pan y recuerdos.
Ella viene de un apacible pueblito en las sierras de Puebla, imaginen: cerro atrás, adelante, a la derecha y a la izquierda; verdes pastizales, caminitos de piedra, fiestas con bailes, juegos y cohetes, caciques volubles, leyendas rurales e innumerables historias que ella o sus conocidos protagonizaron.
En algún lugar leí que, así como en Europa las historias medievales son más tangibles gracias a los castillos, en gran parte de América el realismo mágico se impone, pues la gran mayoría conoce o viene de un Macondo. Probablemente sea cierto.
Envidio a mi mamá, porque ella tiene historias que yo ni siquiera sueño. Llegué tarde, nací en el lugar equivocado, lo que sea. Me perdí de esa parte, y me odio por eso.
Las grandes historias no nacen donde yo me encuentro.
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