domingo, 24 de octubre de 2010

Historias de baño

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¿Cómo es que una estudiante universitaria termina encerrada durante media hora en el baño de un teatro con dos amigos suyos durante la tarde de un domingo?
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La pobreza nos hace cometer locuras.
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El antes no fue muy interesante, mi profesora de taller, Sonia y yo vimos el final de la primera función de una obra de teatro y -telepáticamente- llegamos a la conclusión de que 70 pesos para contemplar la siguiente ejecución no valían la pena. Entre ambas puestas -algo así como dos horas- mi grupo y yo nos dedicamos a hacer entrevistas a los actores, de las cuales saqué respuestas espeluznantes como "Dios es mi amigo", "Dios es todo" y "El método es perfecto", en fin, al término de esas dos horas EN TEORÍA todos debíamos quedarnos a la segunda -y última-, función pero EN REALIDAD sólo Josué, Laura y yo nos ofrecimos a entrar.
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El staff nos informó que debíamos salir y formarnos para pagar, de lo contrario no podíamos permanecer dentro del teatro, y fue en ese momento -en el que deliberábamos quien se iba y quien no- cuando a alguien (aún no identificado) sugirió "deberían esconderse en el baño y salir cuando la obra empiece".
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Ah! Uno podría pensar que nuestra moral nos impediría estafar a la Onda Juvenil Católica (o como se llame) pero no! Incluso la Maestra de taller estuvo de acuerdo, así que diez minutos después Josué, Laura y yo nos encontrábamos encerrados en un baño de 1 metro cuadrado, él y yo estábamos sobre la taza y los pies de Laura eran la finta para las que entraban (ah sí...era el baño de niñas).
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Tuvimos suerte, 5, 10, 15 minutos sin gente, sólo nosotros con nuestros pensamientos y de repente chicas comenzaron a llegar y a ocupar los sanitarios de los extremos; entre las cosas que escuchamos recuerdo:
1. Chorritos chiquitos...y algunos misteriosamente largos (no tomen tanta agua de golpe)
2. Flatulencias (no...coman frijoles)
3. Lo más traumante del día: una chica con problemas digestivos...el olor nos llegó a los tres al mismo tiempo, y he de decirles que la hibridación entre ese particular "aroma" y el sonido que lo acompañó me perseguirán por siempre y serán objeto de varias pesadillas de las que despertaré gritando, echa bolita y rodando hasta la esquina de mi habitación ;_;
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Ya cuando empezó la función ni Josué ni yo sentíamos partes vitales de nuestro cuerpo, pero los tres logramos salir y presenciar parte de la obra. Laura y yo huimos como locas durante el intermedio y Josué -gustoso- aceptó quedarse para ver el final.
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Pero no pagamos...mi moral, salud mental e integridad tienen precio. Setenta pesos, para ser exactos ¬¬

1 comentario:

Peyote dijo...

Jajaja. Yo me hubiera cagado... de la risa, a veces en el cine cuando salgo al baño me encuentro con señores que parecen ametralladoras. Me causa un chingo de gracia.